domingo, 21 de septiembre de 2008

UN RETO DIFERENTE 2

Su padre, Ricardo Herrera, de 45 años de edad aunque de apariencia más joven, era una persona serena y observadora, ambiciosa y decidida. Lo que más había ambicionado Ricardo era estar en el lugar donde estaba, donde gozaba de prestigio y sobretodo de tranquilidad económica para el y su familia.
Elena, la made de Eduardo, era más bien una persona emotiva y muy nerviosa; tenía 43 años. Traductora de profesión, alegre y sociable como era, no le costaba mucho hacer amistades; tal vez su única tristeza y desconsuelo, era Eduardo, nunca se resignaría a verlo como estaba.
Al día siguiente, domingo, la casa estaba hecha un desastre, parecería que hubiera pasado un tornado. Botellas de vino vacías, ceniceros llenos de colillas de cigarrillo y vasos por doquier dejaban ver que había sido una noche muy movida, en el ambiente se sentía aún el calor de las personas y hasta se podía sentir el eco de la música retumbar.
Eduardo abrió los ojos, miró el despertador: 9:36 de la mañana; se restregó sus aún somnolientos ojos, y vio a su hermano Miguel que aún dormía la mona al otro extremo de la habitación, ambos dormían juntos y eso no le hacía mucha gracia, sobretodo por los ronquidos destemplados durante la noche que hacían competencia con los de su mascota, que dormía siempre a los pies de su cama, un hermoso Cocker café llamado Rimski.
Se quedo pensativo mirando al techo o quizá a la nada mientras recordaba el sueño que haba tenido durante la noche:
- “…primero Eduardo Herrera de Perú, en apretada llegada con el norteamericano Robert Martin...” – Sí, un gran atleta, ese era su sueño, su gran sueño.
Rimski lo volvía a la realidad al pasarle su rasposa lengua por la mejilla.
- Sí, ya lo se Rimski, es solo un sueño.- le dijo a la vez que lo apretaba contra su pecho
- ¡Bueno! Ahora vamos a ver que nos han dejado en la cocina después de lo de anoche.
Rápidamente se colocó sus aparatos ortopédicos, tomó sus bastones canadienses y salió del dormitorio seguido por su mascota, dejando a su hermano aún roncando en su cama.
Con gran habilidad, digna de un acróbata, bajo raudamente las escaleras que lo llevaban al primer piso, el cuadrúpedo lo seguía como midiendo sus pasos con mucho cuidado de no tropezar con él, ambos se comprendían a las mil maravillas.
Cruzo la sala con dirección a la cocina, al entrar encontró a Claudia, su hermana, en el momento que le daba el primer mordisco a una enorme pierna de pollo.
- ¡Hey! ¿dónde encontraste eso? – inquirió Eduardo.
- …del horno – replicó Claudia - …y si no te apuras no encontrarás ni las plumas.
- Bueno, veamos si hay algo también para ti Rimski.
Al cabo de unos momentos solo quedaron un montón de huesos, que de tantos ya ni Rimski osaba dirigir su humedad nariz hacia ellos; había comido otros tantos ya y al igual que Claudia y Eduardo estaba satisfecho.
- ¿Estuviste hasta muy tarde en la fiesta? – pregunto Eduardo a a su hermana.
- Solo hasta la 10:35 más o menos luego me fui a la cama, a propósito tu no bajaste para nada.
- ¡Bah! dijo Eduardo con gesto de enojo – Esas reuniones familiares nunca me gustaron.
- Pero era cumpleaños de papá y le hubiera gustado que estuvieras siquiera un momento con él – le reprochó Claudia.
- Sí, lo sé, pero…- no soportó más y rompió en llanto; era como una lucha interna la que sentía, su personalidad se debatía entre lo que el quería ser y lo que los demás querían hacer de él.