martes, 16 de junio de 2009

ESA OTRA DISCAPACIDAD

Quien suscribe adquirió su discapacidad apenas a los 6 meses de edad, comenzaba a patalear, aun no me paraba en la cuna, cuando la polio me eligió para cambiarme la vida.
desde pequeño aprendí a reconocerme y aceptarme tal cual soy, fue un proceso largo pero seguro, en eso contribuyo en mucho la formación que recibi en casa y en el instituto donde de educación especial donde estudié.
Con los años y las experiencias de vida además de el compartir con otros que al igual que yo "fueron elegidos", generó una fuerza y energía especiales, que sale de lo profundo del ser y te ayuda a enfrentar las diferencias.
Creo en no equivocarme en afirmar que esa otra discapacidad de la que hablo no es otra cosa mas que esa falta de tolerancia de la sociedad en su conjunto que se obstina en marcar esas  diferencias haciéndolas más evidentes y sensibles.
Esa otra discapacidad que excluye y discrimina en lo práctico, en lo inmediato. Más alla de la simple sensiblería, de la lástima, de la cual muchos discapacitados somos complices, por callar, por permitir, por que es más "fácil" asi. Esa otra discapacidad fruto de la ignorancia causada por el desconocimiento.
Esaotra discapacidad de la cual padecen nuestros gobernantes, los médicos, los docentes de las escuelas, los mismos padrers de familia y lo que es más crítico aún muchos discapacitados.

martes, 7 de octubre de 2008

NADA MAS CIERTO


Hurgueteando en Internet encontré este clip que aunque gracioso no deja de ser cierto.

domingo, 21 de septiembre de 2008

UN RETO DIFERENTE 2

Su padre, Ricardo Herrera, de 45 años de edad aunque de apariencia más joven, era una persona serena y observadora, ambiciosa y decidida. Lo que más había ambicionado Ricardo era estar en el lugar donde estaba, donde gozaba de prestigio y sobretodo de tranquilidad económica para el y su familia.
Elena, la made de Eduardo, era más bien una persona emotiva y muy nerviosa; tenía 43 años. Traductora de profesión, alegre y sociable como era, no le costaba mucho hacer amistades; tal vez su única tristeza y desconsuelo, era Eduardo, nunca se resignaría a verlo como estaba.
Al día siguiente, domingo, la casa estaba hecha un desastre, parecería que hubiera pasado un tornado. Botellas de vino vacías, ceniceros llenos de colillas de cigarrillo y vasos por doquier dejaban ver que había sido una noche muy movida, en el ambiente se sentía aún el calor de las personas y hasta se podía sentir el eco de la música retumbar.
Eduardo abrió los ojos, miró el despertador: 9:36 de la mañana; se restregó sus aún somnolientos ojos, y vio a su hermano Miguel que aún dormía la mona al otro extremo de la habitación, ambos dormían juntos y eso no le hacía mucha gracia, sobretodo por los ronquidos destemplados durante la noche que hacían competencia con los de su mascota, que dormía siempre a los pies de su cama, un hermoso Cocker café llamado Rimski.
Se quedo pensativo mirando al techo o quizá a la nada mientras recordaba el sueño que haba tenido durante la noche:
- “…primero Eduardo Herrera de Perú, en apretada llegada con el norteamericano Robert Martin...” – Sí, un gran atleta, ese era su sueño, su gran sueño.
Rimski lo volvía a la realidad al pasarle su rasposa lengua por la mejilla.
- Sí, ya lo se Rimski, es solo un sueño.- le dijo a la vez que lo apretaba contra su pecho
- ¡Bueno! Ahora vamos a ver que nos han dejado en la cocina después de lo de anoche.
Rápidamente se colocó sus aparatos ortopédicos, tomó sus bastones canadienses y salió del dormitorio seguido por su mascota, dejando a su hermano aún roncando en su cama.
Con gran habilidad, digna de un acróbata, bajo raudamente las escaleras que lo llevaban al primer piso, el cuadrúpedo lo seguía como midiendo sus pasos con mucho cuidado de no tropezar con él, ambos se comprendían a las mil maravillas.
Cruzo la sala con dirección a la cocina, al entrar encontró a Claudia, su hermana, en el momento que le daba el primer mordisco a una enorme pierna de pollo.
- ¡Hey! ¿dónde encontraste eso? – inquirió Eduardo.
- …del horno – replicó Claudia - …y si no te apuras no encontrarás ni las plumas.
- Bueno, veamos si hay algo también para ti Rimski.
Al cabo de unos momentos solo quedaron un montón de huesos, que de tantos ya ni Rimski osaba dirigir su humedad nariz hacia ellos; había comido otros tantos ya y al igual que Claudia y Eduardo estaba satisfecho.
- ¿Estuviste hasta muy tarde en la fiesta? – pregunto Eduardo a a su hermana.
- Solo hasta la 10:35 más o menos luego me fui a la cama, a propósito tu no bajaste para nada.
- ¡Bah! dijo Eduardo con gesto de enojo – Esas reuniones familiares nunca me gustaron.
- Pero era cumpleaños de papá y le hubiera gustado que estuvieras siquiera un momento con él – le reprochó Claudia.
- Sí, lo sé, pero…- no soportó más y rompió en llanto; era como una lucha interna la que sentía, su personalidad se debatía entre lo que el quería ser y lo que los demás querían hacer de él.

lunes, 18 de agosto de 2008

UN RETO DIFERENTE

Era una tibia noche de primavera, tan solo se oía la voz del narrador que inundaba la habitación. Eduardo se encontraba totalmente distraído observando el televisor, ajeno totalmente del bullicio que provenía del primer piso.
Lo que llamaba tanto su atención era un antiguo video de las olimpiadas que repetía un canal de TV, en tanto devoraba un inmenso emparedado de hamburguesa acompañado de un vaso de leche malteada, que su madre hacía rato le había alcanzado, y que por la expresión de su rostro se podría decir, que tanto el programa como el “pequeño” bocadillo, le brindaban un inmenso placer.
Mientras miraba embelezado la habilidad de unos gimnastas soviéticos, alguien irrumpió en el cuarto.
- ¡Vamos Eduardo, la familia pregunta por ti! –
- Diles que enseguida bajo, esto está muy interesante – dijo a la vez que señalaba la TV.
- ¡Bah! te importan más unos cuantos locos saltando que el día de cumpleaños de tu padre – le increpó Miguel, su hermano mayor.
- Tu sabes muy bien que no es así, lo que ocurre es que no soporto esas reuniones de adultos, con sus conversaciones aburridas y chistes que nadie entiende –
Eduardo tenía 12 años de edad, y lo que realmente no toleraba era la mirada y comentarios de lástima de los demás; le parecía oír a su tía Emma diciendo:
- Hola hijito ¿cómo estás? Se te ve mejor ¿cómo están tus piernecitas?
O al tío Pedro recomendándole a su padre:
- La semana pasada conocía a un doctor que podía ayudar mucho en lo de Eduardo.
Todos no hacían más que recordarle que el era un impedido físico y que dependería siempre de algo o de alguien para poder caminar.
- ¡Bueno, como quieras! Si quieres quedarte solo, allá tú.
Eduardo encogió sus hombres en gesto de indiferencia y siguió observando el programa deportivo mientras su hermano cerraba de un golpe la puerta.
De muy pequeño, unos cuantos meses apenas había sido atacado por el virus de la poliomielitis y pues la secuela que tenía de aquella enfermedad le impedía caminar por sus propios medios y debía de hace uso de un par de soportes ortopédicos y un par de muletas además.
Sus padres desde que ocurrió lo de la enfermedad se prodigaron en cuidados que tal vez llegaron a ser excesivos. Él era el menor de cuatro hermanos, Miguel, el mayor, tenía 20 años y muy poca paciencia para comprenderlo, Muriel la segunda, de 18 años, andaba muy ocupada con su cosas como para dedicarle tiempo a la familia y Claudia, la penúltima, de 14 años que era con quien mejor se llevaba, la única que tal vez inconcientemente lo entendía, tal vez por lo cercano de sus edades o porque los niños ven las cosas con mayor naturalidad.
- Lástima que ella también crecería y entonces cambiaría – se decía a si mismo muchas veces Eduardo.
Mientras seguía viendo la tele, gimnastas, nadadores, atletas, pesistas desfilaban ante sus ojos y el dejaba volar su imaginación y se sentía uno de ellos.
- ¡Yo también quiero ser un gran atleta! – se decía entusiasta y lleno de optimismo. Pero al instante se desdibujaba la alegría de su rostro al darse cuenta de la realidad, para tornarse en un:
- ¡Diablos! ¡Que estupidez! – a la vez que apagaba torpemente la TV y echándose sobre su cama, se tapó la cara con la almohada, y se puso a rumiar su rabia tanto tiempo contenida.

viernes, 15 de agosto de 2008

DISCAPACIDAD, MINUSVALÍA O QUÉ?

No se si a ti, en cualquier lugar del mundo en que te encuentres, hables el idioma que hables, o tengas la edad que tengas, te ha pasado lo mismo que a mi. Cuando niño decían de mí: invalido, impedidlo, luego limitado, más tarde minusválido, hoy discapacitado.
Y la verdad, en cada tiempo, edad o circunstancia, los términos me eran indiferentes, molestos, incómodos o francamente ofensivos.
Recurrí entonces al diccionario de la RAE para aclarar el asunto y finalmente optar por alguno de ellos… ¿por cuál optas tú?

Inválido, da. Adj. Que no tiene fuerza ni vigor. 2. Dicho de una persona: Que adolece de un defecto físico o mental, ya sea congénito, ya adquirido, que le impide o dificulta alguna de sus actividades. U. t. c. s. 3. Dicho especialmente de un militar: Que en acto de servicio o a consecuencia de él ha sufrido mutilación o pérdida de alguna facultad importante. U. t. c. s.
Impedido, da. Adj. Que no puede usar alguno o algunos de sus miembros. U. t. c. s.
Limitado, da. Adj. Que tiene límite (ǁ fin). 2. Poco, escaso. Trabaja con recursos muy limitados. 3. Dicho de una persona: Que tiene corto entendimiento.
Minusvalía. f. Detrimento o disminución del valor de algo.
2. Discapacidad física o mental de alguien por lesión congénita o adquirida.
Minusválido, da. Adj. Dicho de una persona: Incapacitada, por lesión congénita o adquirida, para ciertos trabajos, movimientos, deportes, etc. U. t. c. s.
Incapacidad. f. 1. Falta de capacidad para hacer, recibir o aprender algo. 2. Falta de entendimiento o inteligencia.
3. Falta de preparación, o de medios para realizar un acto. 4. Estado transitorio o permanente de una persona que, por accidente o enfermedad, queda mermada en su capacidad laboral.
Discapacitado, da
. adj. Dicho de una persona: Que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas. U. t. c. s.

(Sírvete anotar tu elección en la encuesta adjunta)